
En Honduras, la religión ha sido históricamente un recurso de poder. Sin embargo, en los últimos años se ha consolidado como un instrumento de manipulación política y económica al servicio de élites que, bajo el discurso de la fe, buscan legitimar intereses personales y socavar la institucionalidad democrática.
De la fe a la manipulación: los actores detrás de la marcha
La reciente movilización denominada “jornada de oración”, convocada en varias ciudades del país, no fue un ejercicio espiritual desinteresado, sino un acto cargado de intereses políticos. Figuras como el pastor Evelio Reyes, el comunicador Rodrigo Wong Arévalo y organizaciones de la llamada “sociedad civil”, actores que ya estuvieron involucrados en el golpe de Estado de 2009 y que posteriormente se beneficiaron de millonarios fondos durante la administración de Juan Orlando Hernández, se presentaron nuevamente como líderes morales. En realidad, han perfeccionado un modelo de negocio político: usar la fe como herramienta de control social.
Estos líderes religiosos y civiles no solo han capitalizado la espiritualidad del pueblo hondureño, sino que la han convertido en capital político y económico, recibiendo financiamiento estatal mientras predicaban sumisión y obediencia.
La foto manipulada: inflando la fe con Photoshop

Aunque la jornada de oración se realizó en distintas ciudades, la imagen que circuló masivamente en redes sociales y medios de oposición corresponde a la concentración en San Pedro Sula, y fue precisamente esta la que se manipuló digitalmente. El análisis forense confirma que la fotografía fue alterada para exagerar la cantidad de asistentes, clonando grupos de personas y rellenando espacios vacíos en la rotonda y calles adyacentes.
Este tipo de manipulación mediática no es un detalle menor: es parte de una estrategia sistemática para crear la ilusión de legitimidad y adhesión popular en torno a figuras religiosas y políticas que han sabido venderse como los guardianes de la “moral y la paz”.
Políticos presentes: la oración como excusa
Lo que se promocionó como una jornada de oración terminó siendo una pasarela política. El listado de asistentes incluye nombres como Roberto Contreras Mendoza (Partido Liberal), Darío Banegas (Partido Liberal), Lissi Marcela Cano (Partido Nacional), Johanna Bermúdez (Partido Nacional), Julia Talbott (Partido Liberal), Nasry Asfura (Partido Nacional), Rafael Jerez Moreno (Partido Nacional), así como la propia Gabriela Castellanos y Rodrigo Wong Arévalo, entre otros.
La presencia de estas figuras desnuda la verdadera naturaleza de la convocatoria: no fue una movilización de fe, sino una plataforma política disfrazada de espiritualidad, diseñada para reposicionar a viejos actores y erosionar la credibilidad del gobierno actual.
El respaldo desde adentro: fisuras en el gobierno
Más grave aún es el respaldo otorgado por figuras del propio gobierno. La Subsecretaria de Seguridad no solo participó, sino que validó públicamente la movilización. Esto no puede leerse como un gesto aislado, sino como parte de una estrategia interna para boicotear al propio gobierno mediante la filtración de información de investigaciones sensibles, debilitando la capacidad del Estado de confrontar redes de corrupción y manipulación política.
El precio de la fe manipulada
En un país donde la desigualdad y la pobreza marcan la vida de la mayoría, el uso de la fe como herramienta de manipulación no es solo una estrategia inmoral: es un crimen social. Convertir las creencias religiosas en maquinaria política perpetúa la cultura del engaño, refuerza el poder de quienes ya se han enriquecido a costa del Estado y pone en riesgo los frágiles avances democráticos de Honduras.
Mientras tanto, la población sigue siendo arrastrada, en nombre de Dios, a marchas donde la verdadera plegaria no es por la paz ni la justicia, sino por los intereses de quienes han convertido la religión en negocio.












